San Eduardo reverencia a aquellas alhajas que exhibían
estrellas irrepetibles del firmamento cinematográfico, que marcaron una de las
más maravillosas etapas del séptimo arte, y se empapa de las grandes obras
maestras de entonces como Casablanca (1942), una de las mejores películas de la
historia del cine, protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman; Gilda
(1946), de Charles Vidor, con Rita Hayworth y Glenn Ford; Vacaciones en Roma de
William Wyler (1953); Eva al desnudo, de Joseph L. Mankiewicz (1950); De aquí a
la eternidad (1953), de Fred Zinnemann; La gata sobre el tejado de zinc (1958)
o Con faldas y a lo loco, con Tony Curtis, Jack Lemon y Marilyn Monroe.
Aquellas producciones aunaban belleza estética, con interpretaciones y
direcciones geniales, a lo que había que sumar bandas sonoras maravillosas. Ese
cine fue todo un referente para el público que se acercaba a vivir de cerca
historias de amor y desamor, de sueños rotos, de esperanzas, de triunfos y
fracasos; guiones que lograban hacer reír y llorar a los espectadores. Y, sobre
todo, suspirar por ellas o por ellos.
San Eduardo bebe de esos hitos del celuloide para
ofrecer joyas fabulosas, sempiternas, inmortales, con cierto aire de
melancolía. Consigue traer a la actualidad, un sinfín de recuerdos en blanco y
negro que colorea con el dorado del oro y los rojos, azules, verdes y violetas
de rubíes, zafiros, esmeraldas y amatistas. Se suma así a la moda vintage,
apostando por creaciones de otras épocas.
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