Nada es imposible. Esa es la máxima que rige en el
taller de San Eduardo. Allí se ejecutan los encargos más sencillos y los
trabajos más complicados. Peticiones inauditas y rebuscadas suponen meses de
trabajo que terminan -en la mayoría de las ocasiones- en la superación de cada
reto. Tan sólo es necesario compartir una idea para intentar convertirla en
realidad.
Muchas joyas son encargos especiales que requieren de
un equipo altamente cualificado en busca de los mejores materiales. Los diseños
más complejos necesitan de la mano de verdaderos expertos, artistas de la
joyería.
En el taller de la marca San Eduardo se trabaja una
pieza desde que se idea hasta que se materializa. Sus lapidarios y orfebres,
con una destreza envidiable, además de una precisión absoluta, dan forma a los
bocetos, logrando sacar lo mejor de cada materia prima y dando vida a piezas
excepcionales que perpetúan la tradición de esta joyería. Su audacia innovadora
constante y su alta calidad técnica en el corte y pulido de las piedras les
convierte en maestros en la conjugación armónica de materiales provenientes de
todas las partes del mundo. Los artesanos de la casa cuidan hasta el último
detalle para conseguir la joya perfecta. Cada creación es un desafío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario