Cada año por Navidad se repite el mismo ritual de dudas y vacilaciones. ¿Qué me pongo? San Eduardo te propone varios estilismos de auténtico lujo que combinan alta costura y alta joyería, y que conforman el tándem perfecto para las celebraciones que se avecinan.
En medio de la monotonía de colores oscuros que aterrizan con el invierno y de la menguante luz natural, surge la necesidad de sobresalir y destacar. De ahí, que San Eduardo lance una propuesta tricolor. Tres colores con connotaciones bien distintas: el rojo, símbolo de la pasión y el amor, el azul, de la salud y el bienestar, y el amarillo, que representa la prosperidad y la fortuna.
El rojo es, sin duda, el rey de estas fechas. Para los vestidos de ellas y las corbatas de ellos, para colorear los labios femeninos, para inundar el hogar de detalles mágicos y elegantes. Es tiempo del rojo vivo de las drupas de los acebos, de los diminutos lazos de raso encarnados que adornan los paquetes que esconden nuestros mejores regalos y de las velas carmesí que iluminarán las cenas y comidas en familia. Pero no solo. Las joyas también enrojecen para lucir armónicamente con el entorno. El rojo es osado, magnético y enérgico. Por eso, San Eduardo te anima a contagiarte de su poderío y de su carácter luciendo turmalinas, rubelitas, granates y rubíes para vivir una Navidad en rojo.
El azul se muestra como otra excelente opción. Intenso, profundo, pálido. El color del cielo, del océano y de la noche nos transmite paz y armonía. Por eso, San Eduardo nos rodea de tanzanitas, aguamarinas, fluoritas, turquesas, lapislázulis y, por supuesto, zafiros. Su azul vívido suscita fascinación y misterioso. Resplandeciente y puro es una baza ganadora.
Por último, el amarillo. Siempre cálido, eternamente luminoso y poco convencional. Características que le dan un plus de originalidad. Su destello infinito le convierte en la elección perfecta para los que se atreven a desafiar a toda clase de supersticiones. San Eduardo te descubre sus distintas tonalidades, que van del amarillo brillante al miel, pasando por el dorado, los anaranjados y los suaves marrones de los cuarzos y berilos, de las ágatas y los citrinos.
¿Con cuál te quedas?
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