Se ha colado en los títulos y en las letras de canciones inolvidables y ha inspirado grandes clásicos del cine. Incluso ha dado nombre a uno de los aniversarios de bodas más especiales. Ha sido motivo de guerras cruentas y de salvajes expolios, y objeto de deseo ferozmente codiciado por actrices, cantantes, presidentas y modelos. Es la piedra de las piedras, la más preciosa y la más valiosa del mundo. Por eso, profundizar en su conocimiento es una aventura apasionante.
La palabra “diamante” proviene del griego “adamas, adamantos” que significa “invencible” o “indomable”, en clara referencia a su dureza. Y es que el diamante posee el grado 10 en la escala de Mohs, que es la que mide lo duros o blandos que son los minerales. Esa extraordinaria dureza hace que solo pueda ser pulimentado por otro diamante y que su aplicación industrial principal sea en herramientas de corte y de pulido.
En mineralogía, el diamante es una de las formas alotrópicas en las que se puede presentar el carbono junto con el grafito, los fulerenos, los nanotubos y el grafen. La mayoría de diamantes naturales se forman bajo una presión y una temperatura extrema, solo existentes a profundidades de cientos de kilómetros. Pero también se pueden producir diamantes artificialmente imitando dichas condiciones.
Tiene un brillo característico -adamantino- y es muy refulgente. Despide flashes de colores prismáticos hipnotizadores. Las distintas tonalidades de los diamantes son producto de impurezas o de defectos estructurales, circunstancias que dan lugar a una gama de colores que van desde el gris, el amarillo, el azul o el blanco hasta el naranja, el rojo, el verde, el rosa, el púrpura, el marrón o el negro. El diamante perfecto es aquel incoloro, totalmente transparente.
A día de hoy el Cullinan o Estrella del Sur, encontrado a principios del siglo XX por Frederick Wells en Sudáfrica, ha sido el mayor diamante de todos los tiempos. Pesaba en bruto más de 3.196 quilates y medía casi 12 centímetros. Fue tallado en Amsterdam por un un especialista que estudió durante semanas el corte. De él se obtuvieron 105 gemas. La más grande fue bautizada como Primera Estrella de África y se engastó en el Cetro de la Cruz, una de las joyas de la Corona británica. La siguiente en tamaño, llamada Segunda Estrella de África, se incrustó en la Corona Imperial del Estado.
El fuerte simbolismo que el diamante posee desde la antigüedad ha hecho que sea una de las piedras predilectas en la creación de anillos de compromiso y alianzas matrimoniales. Su atractivo visual también le hace perfecto en el diseño de pendientes, colgantes, pulseras y sortijas. En cualquier forma, imitando pétalos de flores o cabezas de animales, dando vida a corazones, a lágrimas o a estrellas, el resplandor que desprenden los diamantes ha encandilado a la Humanidad. Y seguirá haciéndolo.
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